Pouco maís do 20% dos arzuáns sabían ler e escribir no 1894

Por estes datos oficiais que publicou o xornal “La Voz de Galicia” o 17 de xullo de 1894 baixo o epígrafe “como andamos de cultura en esta provincia”, sabemos que daquela, de 8.693 habitante so sabían ler e escribir 1.854 persoas, o que ven ser un 21,3% (no recorte de prensa lese 8.683 pero ao sumar homes con mulleres vese que é un erro e son 8.693). Aínda que parece moi pouco, ao comparar os datos con outros concellos da provincia na mesma época, vemos que o dato non era tan negativo: Aranga 15,9%, Ares 27,1%, Arteixo 9,6%, A Baña 13,1%, Bergondo 22%. O texto di o seguinte:

Como andamos de cultura en esta provincia

A continuación comenzamos á publicar unos curiosísimos datos estadísticos tomados del último censo oficial de España, referentes al número de habitantes con que cuenta cada Ayuntamiento de esta provincia, su estado social, cuantos de entre ellos saben leer y escribir y cuantos ignoran esto mismo.

Desgraciadamente, como puede verse, estos son los más en todos los Ayuntamientos.

(…)

El Ayuntamiento de Arzúa proporciona estos datos: total de habitantes 8.683 varones, correspondiendo á la población masculina 4.135 y á la femenina 4.558.

Son solteros: 2.506 varones y 2.774 hembras; son casados 1.427 y 1.454 respectivamente; son viudos, 202 varones y 330 hembras.

Saben leer solamente: 305 varones y 439 hembras; saben leer y escribir, 1.499 y 355 respectivamente; no saben leer, 2.331 varones y 3.764 hembras.

Resumimos os datos nesta taboa de porcentaxes:

TotalSolteirosCasadosViuvosSaben so lerSaben ler e escribirNon saben ler nin escribir
Homes48%61%35%5%7%36%56%
Mulleres52%61%32%7%10%8%83%
Total 61%33%6%9%21%70%

Unha feira en Arzúa nos anos 40

O 5 de decembro de 1945, na sección “Galicia próspera y fecunda” de “La Voz de Galicia”, A. Barreiro López escribe unha rica descrición do que era unha feira naquel tempo, e facilita datos concretos como que os visitantes ascendian a tres ou catro mil persoas, ou que había sobre mil trescentas cabezas de gando e maís de trescentos tenderetes de tecidos e quincalla.

Arzúa es de ordinario una villa apacible y tranquila a la que parecen sobrar, por esa quietud, la mitad de los comercios de todas clases, fondas, barberías, cafés, etcétera, que se van encontrando al paso por aquellas rúas. ¿Para qué tanto? nos preguntamos, al verlos vacíos, en las calles casi desiertas.

-Es que aquí —me dice mi acompañante— les basta con vender dos veces al mes. En cualquier otro lado, un comerciante para sostenerse, “para ir tirando” necesita vender todos los días algo. Aquí, con lo que se trabaja el 8 y 22 de cada mes, que son días de feria, no necesitan más. Esos dias se suda de firme, es verdad, pero con lo que les “entra” no sólo se defienden, sino que ganan dinero… ¡Mañana lo comprenderá usted todo, cuando vea lo que es una feria en Arzúa!

Empecé a darme cuenta de su importancia al entrar a cenar en “Casa de Juana”, la fonda más popular no sólo de Arzúa sino de varias leguas a la redonda. El espacioso comedor y sus locales adyacentes estaban llenos: no había una mesa libre salvo la que nos habían reservado.

Los comensales eran todos “tratantes” de ganado mular y caballar. Enfundados en largas blusas negras con sombreros del mismo tono. En nada se diferenciaban salvo en el acento: los había salmantinos, vallisoletanos, granadinos, zamoranos, murcianos, etc.; creo que estaban representadas la mayoría de las provincias. Aquella oscuridad de las blusas absorbía mucha luz y el comedor tenía un aspecto fúnebre; la batahola de los diálogos alegraban, no obstante aquella penumbra.

Al observar la mesa de en medio donde comían, calado el sombrero, varios de los “enlutados” a los que iluminaba de lleno la lámpara central, me pareció un momento cuando uno de ellos blandía un tenedor para pinchar algo, que tení ante mí el famoso cuadro “Lección de anatomía”, de Rembrandt.

—Son ganaderos, ¿sabe?, me decía solícito más tarde don Celestino, propietario de la fonda. Le vienen de todas partes de España a comprar muías y caballos para vender después en Castilla. Estas ferias empiezan ahora y terminan para febrero. Son, con las de Monterroso, las más importantes de Galicia. ¡Ya verá mañana!

Y la mañana llegó. Al clarear el día me despertaron los bocinazos y los cláxons estridentes de los camiones y autobuses que abarrotados arribaban trepidantes a la villa. Cuando bajé, la fonda era un hervidero de gente. Los “enlutados” habían aumentado de modo alarmante y trabajo me costó ganar la puerta de la calle. Los coches de Santiago, Nóya, Betanzos. La Coruña, Lalín. Melllid, Curtis, etcétera, se alineaban a lo largo de la carretera contigua al campo de la feria y las calles se poblaban de “paisanos” que llegaban por todas partes. La sosegada villa de Arzúa estaba desconocida.

En el terreno magnífico de la feria —casi un kilómetro de longitud, cubierto de viejos robles y castaños centenarios— todo era bullicio, actividad, dinamismo. Se levantaban en un santiamén tenderetes de !a más variada traza. Cada vendedor arreglaba afanosamente su puesto o buscaba acomodo para exponer los géneros.

Me aconsejaron que no entrase en el campo para dar tiempo a ultimar tanto preparativo. Deambulé ua rato por las calles, espléndidas de sol y cada vez, más llenas de público, y pude, notar que los comercios, en otros días vacíos, estaban ahora rebosantes.

Fui, al fin. a la feria. Hice entrada por los puestos de quesos. Allí estaban atrayentes las famosas y riquísimas “tetillas” de la Illana, Vilasantar, la Castellana. Curtis y Arzúa. Alegraba los ojos ven tanta abundancla y diversidad de formas y tamaños. Los compradores de fuera, que eran muchos, romana en mano pesaban y pedían precio. A la noche vi camiones enteros cargados de cajas de quesos que llevarían sabe Dios a dónde…

Seguían después los puestos de pollos y gallinas; eran innumerables las aldeanas que los ofrecían al paso. A un lado destacaba la alfarería de Buño, “cuncas”, jarros, fuentes, ollas. Mellid estaba representado con un gran “stand” de “zocos” del país, para todos los pies… Trescientos y pico eran los tenderetes de tejidos y quincalla, algunos tan bien surtidos que muchos de sus efectos y artículos no los vemos en los establecimientos coruñeses. Todos estos “comercios” tienen su clientela y todos venden. La ferretería con su diversidad de objetos estaba también presente. En otros lados, cestas de huevos, manteca. Y en el centro del campo vacas, cabras, carneros, cerdos. No faltaban guarniciones, ni “la suerte del pajarito”, ni el charlatán que vendía relojes y paraguas, ni los que hacían ante su numeroso auditorio los más extraños experimentos con los que conseguían al fin, que picase la gente…

A un lado, abarcando el ferial de extremo a extremo, se juntaba el ganado caballar y mular. ¿Cuánto habría allí, santo Dios? Dijéronme que alrededor de mil trescientas cabezas. Apenas si se podía andar. El que me acompañaba, avezado a estas cosas, avanzaba sin embargo tranquilo, separando las mulas y hasta sacudiéndoles en las ancas para abrirse paso. Yo que iba detrás, no las tenia todas conmigo.

De las tierras montañosas de Lalín, Chantada, Arzúa, Monterroso y Mellid, abundantes en caballos y muías traen a estas ferias arzuanas mucho ganado. Los caballos del país de fea estampa y poca alzada, son en cambio fuertes y resistentes para el trabajo y apropiados para los malos caminos. Se explica que tengan mucha aceptación por ahí adelante, pagándose por ellos sumas increíbles.

Un grupo alrededor de un caballo me llamó la atención y me acerqué. Llegué en el mismo momento en que un chalán gallego, también de blusa negra, le asía la mano derecha a un “tratante” andaluz y se la alargaba hacia el paisano que vendía. Al mismo tiempo trataba de coger la mano de éste para que se la estrechase al otro.

—¡Dalle a man, coma un caballero, codio!. clamaba.
—¡No dou n’ese precio, hom!. decía el otro tratando de retirar el brazo.
—¡Me valja Dios… Non me deixes quedar mal. Manoel!… ¡Van vlntaoito mil reás…!
—Non feireo, contestó cacharudo el otro.

El andaluz. Intranquilo y molesto ya, de tener tanto tiempo estirado el brazo, exclamó resuelto a su “intérprete”:
—¿Pero qué dise er tío ese? ¡Mira que es grande esto que no nos entendamos siendo todos españoles!

No sé en que paró aquello.

Pregunté más tarde a personas enteradas qué valor en venta tendría el ganado mular y caballar que acudió a la feria y me dijeron que sobre diez millones de pesetas. Y que las transaccones habidas habían pasado del millón y medio. Agregad a esto lo que se vendió en vacuno y porcino; en tejídos, en quesos, etc., y lo que las tres o cuatro mil personas “llegadas de fuera” comieron y bebieron, en figones, fondas y cafés y tendréis la explicación exacta de por qué al comercio de Arzúa. para ganar dinero, le bastan dos días al mes.

A. BARREIRO LOPEZ.

Viaxe en automóvil de Sport

Houbo un tempo no que había tan poucos coches, que un viaxe nun deles daba lugar a unha nota no xornal, como esta que se publicou o 5 de xaneiro de 1927 no número 911 de “El Pueblo Gallego: rotativo de la mañana”, na súa páxina 11, na sección “Información Regional” baixo o epígrafe “El Pino (La Coruña)”:

De Sociedad.-A su paso para Arzúa hemos tenido el gusto de saludar días pasados a nuestros amigos el ilustrado secretario del Juzgado municipal de aquella villa, don Jesús Rodríguez Sexto, su hermano don Luis y otros señores, que en automóvil regresaban de un viaje de sport.

Mozos e mozas detidos por cencerrada

No diccionario da lingua española do ano 1729 definese a cencerrada como “… En los lugares cortos suelen los mozos las noches de los días festivos, andar haciendo ruido por las calles, y también cuando hay bodas de viejos o viudos, lo que llaman noche de cencerrada o ir a la cencerrada”. Este costume tamén o houbo en Arzúa, así por exemplo, o 12 de maio de 1898, no número 2247 do xornal “La idea moderna: diario democrático de Lugo” no apartado “De la región”, dase esta nova:

La guardia civil de Arzúa detuvo y denunció al juzgado del partido, a una porción de mozos y mozas que intentaron obsequiar con una cencerrada á un matrimonio un poco desigual que allí se celebró.